sábado, 9 de noviembre de 2019


Las cadenas
El mundo entero ansía libertad, y aun así cada criatura está enamorada de sus cadenas; esa es la primera paradoja y el nudo inextricable de nuestra naturaleza.

El hombre está enamorado de los lazos del nacimiento, por eso está atrapado en los lazos gemelos de la muerte. Estando encadenado, aspira a liberar a su ser y a volverse maestro de sí mismo.

El hombre está enamorado del poder, por eso está sometido a la debilidad. Pues el mundo es un mar de oleadas de fuerza que se encuentran y arremeten continuamente unas sobre otras y aquel que quiere cabalgar en la cresta de una ola está obligado a desvanecerse bajo el choque de más de cientos.

El hombre está enamorado del placer, por eso debe padecer el yugo de la pena y el dolor. Porque el deleite sin mezcla sólo existe para el alma libre y desapasionada, pero eso que persigue el placer en el hombre es una energía tensa que sufre y forcejea.

El hombre está sediento de calma, pero también se desvive por las experiencias de una mente agitada y de un corazón inquieto. Para su mente, la diversión es una fiebre y la calma una monotonía inerte.

El hombre está enamorado de las limitaciones de su ser físico; y, no obstante, también optaría por la libertad de su espíritu infinito y de su alma inmortal.

Hay algo en el hombre que siente una extraña atracción por estos contrastes; para su ser mental constituyen el arte de vivir. Es por eso que su paladar y su curiosidad son atraídos no sólo por el néctar, sino también por el veneno.

 La Madre
Pensamientos y aforismos