sábado, 19 de septiembre de 2020

VIRTUD, PUREZA, LIBERTAD

 

El sol de la risa divina

 

La virtud se ha dedicado siempre a suprimir cosas en la vida y si se hubieran puesto juntas todas las virtudes de los diferentes países del mundo, quedarían muy pocas cosas en la existencia.

La virtud pretende buscar la perfección, pero la perfección es una totalidad.

Sin embargo, los dos movimientos se contradicen: una virtud que elimina, que reduce, que fija límites, y una perfección que admite todo, que no rechaza nada sino que pone cada cosa en su sitio, no pueden evidente­mente entenderse.

Tomar la vida con seriedad consiste generalmen­te en dos movimientos: el primero es dar importancia a cosas que probablemente no la tienen, y el segundo es querer que la vida sea reducida a un cierto número de cualidades que son consideradas como puras y dignas de existencia. En algunos (aquellos, por ejemplo, de los que Aurobindo habla aquí, los «pudibundos» o los puri­tanos), esta virtud se vuelve seca, árida, gris, agresiva, y encuentra faltas por todas partes, en todo lo que es ale­gre, libre y gozoso.

El único medio de volver la vida perfecta (quiero decir aquí, la vida sobre la tierra, por supuesto) es obser­varla desde bastante altura para verla en su conjunto; no solamente en su totalidad presente, sino en el conjunto del pasado, del presente y del futuro; lo que ella ha sido, lo que ella es, lo que ella será —hay que ser capaz de ver todo a la vez. Porque es el único medio de poner todo en su sitio. Nada puede ser suprimido, nada debe ser suprimido, sino que cada cosa debe estar en su lugar en una armonía total con el resto. Y así, todas estas cosas que parecen tan «perversas», tan «reprensibles», tan «in­aceptables» al espíritu puritano, se volverán movimientos de alegría, de libertad y de una vía totalmente divina. Y entonces nada nos impedirá saber, comprender, sentir y vivir esta risa maravillosa del Supremo, que tiene un  gozo infinito viéndose vivir infinitamente. ¡Esta alegría, esta risa maravillosa que disuelve todas las sombras, todos los dolores, todos los sufrimientos! Basta con entrar dentro de sí bastante profundamente para hallar el sol interior, dejarse bañar por él; y entonces, todo no es sino una cascada de risa armoniosa, luminosa, solar, que no admite ya ni sombra ni dolor (...)

Y este Sol de risa divina, está en el centro de toda cosa, la verdad de todo —lo que hay que hacer es apren­der a verlo, a sentirlo, a vivirlo.

Y por eso, evitemos a las gentes que toman la vida en serio, que son seres bastante molestos.

En cuanto la atmósfera se vuelve grave, uno pue­de decirse que algo no va, una influencia pesada, un viejo hábito que intenta reafirmarse y que no debe ser aceptado. Todos estos pesares, todos estos remordimien­tos; el sentido de la indignidad, el sentido de la falta, y después, un paso más y está el sentido del pecado -¡oh! es... me parece que eso pertenece a otra edad, una edad de oscuridad.

Pero todo eso que persiste, que intenta engan­charse y permanecer, todas esas prohibiciones —y esa for­ma de cercenar la vida en dos: las cosas pequeñas y las grandes, lo sagrado y lo profano,... «¡Cómo!, dirán estas gentes que hacen profesión de llevar una vida espiritual, para tan pequeñas cosas que tienen tan poca importancia, ¿cómo se puede hacer eso el objeto de una experiencia espiritual?-». Y sin embargo, es una experiencia que se vuelve cada vez más concreta y real, incluso materialmente: no hay «cosas» donde el Señor esté y «cosas» donde Él no esté. El Señor está siempre allí, no se toma nada en serio, Él se divierte con todo y Él juega con vosotros, si vosotros sabéis jugar. Pero ¡cómo sabe jugar! ¡El juega muy bien! ¡A todo, también a las pequeñas cosas!

¿Hay que poner objetos sobre la mesa? No creas que hay

que  pensar y ordenar, no, vamos a jugar: vamos a colocar eso aquí y lo otro allá, de esta manera y de la otra. Y des­pués, otra vez, así y asá. Qué bello juego, tan entretenido.

Entonces, entendido, nosotros trataremos de sa­ber reír con el Señor.

La Madre.

Del libro El camino soleado.



lunes, 7 de septiembre de 2020

 

SRI AUROBINDO

 

¿ES ESTE EL FINAL?

 

 

 

¿Es este el final de todo lo que hemos sido,

Y de todo lo que hicimos o soñamos,

Un nombre no recordado y una forma sin hacer,

Es este el final?

 

¿Un cuerpo pudriéndose bajo una losa de piedra

O convertido en cenizas por el fuego,

Una mente disuelta, perdidos sus olvidados pensamientos,

Es este el final?

 

Nuestras pequeñas horas que eran y no son más,

Nuestras pasiones una vez tan elevadas

Siendo burladas por la tierra inmóvil y la tranquila luz del sol,

¿Es este el final?

 

Nuestros anhelos de ascensión humana a Dios

Pasando a otros corazones

Engañados, mientras el mundo sonríe a la muerte y al infierno,

¿Es este el final?

 

Caída está el arpa; partida yace y enmudece;

¿Está muerto el músico invisible?

¿Porque el árbol esté caído donde el pájaro cantaba,

Debe la canción silenciarse también?

 

Uno en la mente que planeaba, quería y pensaba,

Para reformar el destino de la Tierra,

Uno en el corazón que amaba, anhelaba y esperaba,

¿También él acaba?

 

El Inmortal en lo mortal es su Nombre;

Aquí, una artista deidad,

Siempre remodelándose en formas más divinas,

Renuente a cesar

 

Hasta que se efectúe todo para lo que las estrellas fueron hechas,

Hasta que el corazón descubra a Dios

Y el alma se conozca. Y aun entonces

No hay final



 

 

 

 

 

10    de abril de 1917

 Mi corazón se ha quedado dormido hasta en lo más recóndito del ser...

 Toda la Tierra se mueve y se agita en un perpetuo cambio; toda vida goza y sufre, se esfuerza, lucha, conquista, se destruye y se reforma.

 Mi corazón se ha quedado dormido hasta en lo más recóndito del ser...

 En todos esos incontables y variados elementos yo soy la Voluntad que pone en movimiento, el Pensamiento que actúa, la Fuerza que realiza, la Materia que es accionada.

 Mi corazón se ha quedado dormido hasta en lo más recóndito del ser...

 No más límites personales, no más acción individual, no más concentración separatista creando conflicto, tan sólo una única Unidad infinita.

 Mi corazón se ha quedado dormido hasta en lo más recóndito del ser...

  Madre

  Del libro plegarias y meditaciones